En varios capítulos de las Sagradas Escrituras existen menciones de cómo será la existencia en el cielo, con un cuerpo perfecto e incorruptible para quienes hayan vencido al mal en la tierra, sustentada por el propio Jesucristo en diversos pasajes de los evangelios cuando se comprometió preparar lugar para los creyentes.
12/11/23 – Redacción Central
La promesa de Dios para los buenos y valientes es imposible de imaginar, como lo expresa Corintios 1; 2-9.
En Isaías se hace mención que Dios mismo rescatará a los fieles quienes tendrán alegría eterna y que desaparecerán el dolor y el luto.
También en Apocalipsis 21; 3-4, la biblia afirma que Dios mismo vivirá con su pueblo, que secará sus lágrimas y que ya no habrá más muerte, tristeza, llanto ni dolor, que todas las cosas serán renovadas.
Sin dudas, la promesa del Todopoderoso es una vida de paz, felicidad de una absoluta realización, existencia que ya no tendrá fin a lado del mismo Dios, así como lo expresa el Rey David en el Salmos 16; 1.
La promesa de la resurrección de la carne, siempre es sostenida por las Sagradas Escrituras en todo momento, pero asegura que el cuerpo será glorioso como el de Jesús cuando resucitó y se mostró a los apóstoles, haciendo entender que la vida eterna heredarán los elegidos con un cuerpo diferente al actual.
Jesús mismo reveló en Lucas 22;29-30, que el Padre Eterno le concedió un reino donde vivirán con él aquellas personas que logren vencer al mal en la tierra.
En todos los puntos en donde la biblia habla de salvación y del reino de los Cielos, se hace alusión a los que logren la salvación, a los que se hayan mantenido en la fe y cumplan los mandamientos de Dios durante su vida en la tierra.
Finalmente, queda claro que la promesa de Jesús es una vida que no tiene fin en un lugar donde ya no existe maldad, dolor, sufrimiento, tormento muerte y todo tipo de corrupción. La siguiente vida será en el cielo, porque la promoción que hizo el Mesías habla sobre el “Reino de los Cielos”, pero solo para aquellas personas que logren salvar su alma a través de una vida ceñida por los mandatos de Dios.
