Lea íntegramente la carta al pueblo paraguayo del Monseñor Ricardo Valenzuela

Luego de la misa en honor a la Virgen de Caacupé, el Monseñor Ricardo Valenzuela, leyó como cada año, la carta al pueblo paraguayo, en la cual resaltó aspectos positivos y negativos de la realidad actual del país.

09/11/24 – Caacupé – Paraguay

CARTA ABIERTA AL PUEBLO PARAGUAYO DE MONSEÑOR RICARDO VALENZUELA, OBISPO DE CAACUPÉ

  • Caacupé, 8 de diciembre de 2024.
    Queridos hermanos y hermanas:
  • Desde hace algunos años, como Obispo de la Diócesis de Caacupé, en el día de la festividad de nuestra madre, he escrito al pueblo paraguayo varias cartas con el objetivo de responder a las inquietudes y preocupaciones de los fieles y peregrinos que llegan hasta esta Capital de la fe. Del mismo modo, este ano, he redactado una nueva carta en sintonía con el mensaje del Santo Padre, el Papa Francisco. Si bien, en nuestras cartas anteriores, hemos mencionado siempre los mensajes del Obispo de Roma, esta vez seguiremos su pensamiento de modo muy especial en razón de haber convocado al Jubileo Ordinario del año 2025. La apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el 24 de diciembre proximo, dara inicio de esta manera al Jubileo Ordinario.
  • El jubileo es un acontecimiento relevante que se caracteriza por un tiempo especial para renovar la relación con Dios y la creación. Según el libro del Levítico, el “año jubilar” es un tiempo de liberación, por excelencia” (Lv 25,8) que en el antiguo Israel se celebraba al cabo de siete semanas de anos. Es un año de gracia y esperanza, por lo que se ofrece la posibilidad de obtener la indulgencia plenaria, que consiste en el perdón de todos los pecados. La salvación final, puede entenderse, en este sentido, como el gran jubileo.
  • Vivir según la lógica de la “esperanza, mis queridos hermanos y hermana, no implica ocultar problemas ni evadir dificultades, porque si así lo hiciéramos, estaríamos ignorando los pecados del mundo, que son las causas de dolor, de los sufrimientos y las persecuciones, causa de la ignorancia, de tanta pobreza, de discriminación y de guerra, entre otros tantos males. Tener “esperanza”, en clave positiva, es la expectativa confiada y el anhelo de recibir las bendiciones prometidas a los justos. El Papa Francisco escribió en su carta al respecto, y de ella me permito hablarles de cara a nuestra realidad presente, como siempre lo hacemos, procurando no ofender ni desmerecer a nadie en la siempre delicada tarea de evaluar los procesos culturales, socio económicos y políticos del país.
  • Este majestuoso templo, la Basílica Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, es un verdadero santuario nacional -de alcance internacional-, precisamente gracias a la fe y a la esperanza del noble pueblo paraguayo, el cual acude siempre hasta aquí con fervor y devoción. Todo lo debemos, en realidad, a este generoso pueblo que ha perseverado siempre en su vocación de fe cristiana y está dispuesto a afrontar todo tipo de dificultades gracias a la esperanza, que, como bien lo sabemos, se funda, precisamente, en esa genuina fe en Dios.
  • El gran escritor Helio Vera, que hace gala de un profundo conocimiento de la cultura y del ser paraguayo, en su memorable libro “En busca del hueso perdido”, se refiere a la “Esperanza”. Se hace eco, primero, de la fatalidad típica también del paraguayo que para entenderlo mejor es inevitable recurrir a la conocida frase popular: “mboriahu aka ári mante ho’a rayo”. Entonces, el escritor se pregunta: “Hay lugar para la esperanza”? y se responde: “Si, lo hay, para concluir con otra conocida frase nacida de las entrañas de este mismo pueblo, que por momentos parece rendido y vencido por las adversidades: “Esperanza nahavĕiva” (“la esperanza no se enmohece”).
  • ¿Por qué razón estamos diciendo todo esto, teniendo en torno nuestro un contexto de muy pocos cambios de nuestros cotidianos problemas? De los pequeños y grandes problemas, de los simples y complejos problemas que nos agobian. Lo decimos porque somos católicos que, con nuestra fe inconmovible, construimos esperanza; nosotros la construimos, entre nosotros mismos, para nosotros. La construimos en la ayuda mutua entre hermanos necesitados, la construimos en la solidaridad, inclusive con desconocidos, o con el perdón por las ofensas recibidas, con la caridad y la misericordia. Proyectamos esperanzas de tantas formas y de tantas maneras porque Dios, la fuente de toda esperanza, no se agota. Dios siempre nos espera; y espera mucho mas de nosotros; espera que demos el paso para tender puentes de solidaridad. San Pedro, de hecho, nos dice en su Primera Carta: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien, por su gran misericordia y mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1Pe 1,3-4).
  • ¿Por qué ayudamos al otro, aun sabiendo que ya no tiene cura? ¿Por qué nos ayudamos entre todos sabiendo que no alcanzaremos la meta? o ¿por qué insistimos con el amor y el perdón con quienes solo nos devuelven odio? Porque la esperanza se funda en nuestra fe y se fortalece con la expectativa de que algo bueno pasara pronto en el futuro. La fe se define, precisamente, según la Carta a los Hebreos, como “garantía de lo que esperamos y como prueba de lo que no podemos ver” (Hb 11,1). Por eso, san Pablo nos va a decir en su Carta a los Romanos: “Si esperamos algo que se ve, eso no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero si esperamos lo que no vemos, hemos de aguardar con paciencia” (Rom 8,24). La esperanza es una fuerza, a veces dormida, que nos lleva a esperar algo mejor de nosotros mismos y del otro, no importa que hayamos fracasado en el intento, una y otra vez. Siempre esperamos algo mejor, esperamos la superación del mal; esperamos en la justicia, en la misericordia, esperamos la paz.
  • ¿Acaso no teníamos perdida la esperanza de concurrir al próximo Mundial del Fútbol, y de pronto se despertó en todos nosotros esa esperanza de ver y sentir a nuestra albirroja compitiendo entre los mejores del mundo? Esa esperanza nació de repente en el mismo equipo que venía sufriendo sucesivas derrotas, y aunque para ello primaron de manera primordial las brillantes condiciones de liderazgo de un nuevo técnico, la esencia de esa fuerza que irradia esperanza en los demás, estuvo apagada en el alma de cada uno de los jugadores, hasta que llego alguien a volver a encender la chispa; !y así brillo la esperanza!
  • Ahora estamos encaminados a la posibilidad cierta de una clasificación segura. Estamos en el camino de nuevo y con la ayuda de Dios y la Virgencita de Caacupé se convertirá en el sueño legítimo de que algo bueno y hermoso ocurrirá en el futuro. Pero observemos, queridos hermanos, que en medio del infortunio que nos azota de cuando en cuando, hay señales de que no todo está perdido: hay personas que se destacan por su dedicación y esfuerzo, hay familias que luchan para salir del estado de necesidad permanente en que se encuentran y a pesar de ello logran ver el fruto de sus sacrificios. Inclusive hay funcionarios que se mantienen moralmente sanos en una isla rodeada de corrupción, que luchan cada día para no ser sometidos al régimen de la descomposición moral porque ellos “esperan la justicia anhelada por medio del Espíritu y la fe” (Gal 5,5), como diría san Pablo a los cristianos de Galacia.
  • Este ano hemos sostenido nuevamente encendidos debates entre todos los estamentos con respecto a la realidad nacional, y aunque no hemos logrado avanzar mucho hacia una sociedad más justa y equitativa, y hacia un gobierno más tolerante y confiable, no obstante, pudimos celebrar algunas señales de que es posible lograr metas difíciles y aparentemente inalcanzables.
  • Recordemos la alegría que nos produjo el Campeonato Sudamericano Sub 15, donde la albirrojita nos trajo a casa el título de campeones. Un equipo paraguayo de jóvenes, del programa SIXTRON, represento el año pasado a Paraguay en un campeonato mundial de robótica juvenil en EE.UU. donde obtuvo el primer premio entre más de 679.000 participantes. Paraguay fue representado en dicha competencia por siete jóvenes que compitieron y obtuvieron el Premio a la Revelación. Este ano, el equipo que fue a competir obtuvo el tercer lugar entre 152 participantes de todo el mundo. Otra hazana la hicieron estudiantes paraguayos que lograron el cuarto lugar en la 35° Olimpiada de Matemática del Cono Sur, celebrada en Fortaleza, Brasil, al conquistar 2 medallas de plata y 2 de bronce. Un hecho sin precedentes en la historia de Paraguay en esta competencia.
  • Tres niños paraguayos se destacaron en el Campeonato Mundial Escolar de Ajedrez, celebrado en Lima (Perú). Enzo Vinales González de 11 años es campeón mundial escolar sub 11 absoluto y campeón mundial escolar de Ajedrez Rápido Sub 11. Arturo Cáceres, de 14 años, se alzó con la medalla de oro en la categoría Sub-15. Jeremías Giménez Toledo, de 7 años es vicecampeón mundial escolar de Ajedrez Blitz Sub-7. Ahí le tenemos también a Aye Alfonso, ganadora del concurso The X Factor; de igual modo le tenemos a Fiorella Noemi cantante paraguaya de 15 años que esta arrasando en Brasil. Y esta Joshua Duerksen, piloto corredor de Fórmula 2, que obtuvo su historica primera victoria en Azerbaiyan, Baku, este año. Hay muchos otros pequeños, medianos y grandes premios conquistados por representantes de nuestro país en concursos internacionales, inclusive no se puede dejar de mencionar el logro del gobierno nacional de alcanzar el Grado de Inversión, que posiciona a nuestro país entre otros del selecto grupo de países confiables para las inversiones. Esto es muy bueno, siempre y cuando esas inversiones tengan impacto en el campo social con mejores oportunidades de ingreso, mayor bienestar, mejores servicios públicos de salud y educación para nuestra gente y para nuestros niños y adolescentes.
  • Entonces uno se pregunta. Con tanta inteligencia y talentos premiados afuera, con tanta perseverancia demostrada, sobre todo por los jóvenes galardonados, y si a ello sumamos, con tantos recursos disponibles, como la energía; ¿cómo es posible que aún no tengamos un eficiente sistema de transporte? ¿cómo es que no podemos tener un buen servicio de energía eléctrica? Inclusive ¿cómo es que, en vez de gastar 100 millones de dólares en la compra de urnas electrónicas, no se pueda alentar a que esos sencillos equipos sean fabricados en nuestro país?
  • Hermanos y hermanas, en nuestro país hay gente capaz, con privilegiada inteligencia, hay talento y perseverancia, pero muchas veces no existe voluntad, ni gestión, ni políticas públicas de impulso y mucho menos liderazgo para engrandecer nuestra nación. Demasiado tiempo y recursos se desperdician por la codicia de pocas personas, o de familias que se turnan para hacer girar la rueda de la fortuna y volverse ricos, sin esfuerzo alguno, teniendo como fuente, generalmente, los recursos del Estado o la combinación de estos con sus habilidades para el negocio y el poder conquistado.
  • El Papa Francisco nos dice en su mensaje que “además de alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, también estamos llamados a redescubrirla en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece”. Como afirma el Concilio Vaticano II, “es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas”.
  • El pueblo católico siempre fue y es un pueblo de fe. Prueba de ello es este grande y hermoso acontecimiento religioso que nos convoca en torno a nuestra Madre, la Virgen de Caacupé. Esta peregrinación de miles y miles de personas de todas las edades y condiciones sociales no es solamente de hoy, la víspera o la novena. Si bien en estas fechas existen aglomeraciones, es gratificante observar que todo el tiempo el pueblo paraguayo se pone en camino con el fin de encomendarse a la Virgen de Caacupé para sus logros y metas difíciles, y para agradecerle por la gracia recibida. Hay fe y esperanza en todo esto; y “la esperanza no defrauda” como diría el Papa Francisco citando la Carta de san Pablo a los Romanos: “La esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rom 5,5).
  • El anuncio de este nuevo Jubileo será un motor que, con toda seguridad, impulsará aún más ese afán de buscar el perdón, la indulgencia y la condonación. Estas actitudes de benignidad están en el corazón del Jubileo porque solo el que perdona a su hermano, de corazón, puede atreverse a pedir el perdón de Dios. Es lo que rezamos en el Padre Nuestro: “Perdona Señor nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mt 6,12). Pero, saber perdonar es un don y una tarea, al mismo tiempo. Para practicar el perdón necesitamos ponernos en marcha, recorrer un itinerario espiritual, vencerse a sí mismo, como nos indica el Papa en su mensaje: “Ponerse en camino es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida. La peregrinación a pie favorece mucho el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo, de lo esencial”. “Peregrinar” es el símbolo del “camino” interior que debemos recorrer para alcanzar la meta de nuestra vida, de nuestros sueños y anhelos más hondos.
  • Habíamos señalado la necesidad de que los signos de los tiempos requieren ser transformados en signos de esperanza y sobre el punto el mensaje papal es mucho más concreto al decir que en el Ano jubilar estamos llamados a ser “signos tangibles” de esperanza. ¿Qué significa esto? Que cuando la Iglesia habla de esperanza entiende que esa esperanza es algo que se puede tocar, que se puede percibir de manera precisa, que es palpable, perceptible, concreto y real. No se habla de algo inmaterial, abstracto o etéreo, sino de poder ver un resultado. El objeto final de nuestra esperanza es la visión de Dios, como lo señala Pablo de Tarso; en el tiempo presente, sin embargo, “subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres realidades” (1Cor 13,13a).
  • Y el Papa, en su mensaje del cual hablamos, puntualiza esto teniendo en mente a “tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria”, y agrega de manera muy personal: “pienso en los presos que, privados de su libertad, experimentan cada día -además de la dureza de la reclusión- el vacío afectivo, las restricciones impuestas y, en bastantes casos, la falta de respeto”. “Propongo a los gobiernos del mundo”, plantea el Papa, “que en el Ano del Jubileo se asuman iniciativas que devuelvan la esperanza; formas de amnistía o de condonación de la pena orientadas a ayudar a las personas para que recuperen la confianza en sí mismas y en la sociedad”.
  • ¿Existe en nuestro país la posibilidad de hacer realidad esta exhortación del Papa? Por supuesto que sí. El Estado, a través de sus tres poderes, tienen facultades para ello. La más concreta posibilidad corresponde al Poder Ejecutivo que puede indultar o conmutar las penas de jueces y tribunales de acuerdo con la ley, que desde luego la prohíbe para casos de homicidio doloso, coacción sexual y violación. Liberar a los cautivos y prisioneros forma parte del programa mesiánico de Jesús como lo expone en la sinagoga de Nazaret: “El espíritu de Dios sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).
  • Que hermoso gesto de la Autoridades Nacionales del Paraguay seria que los tres poderes del Estado actuaran en consonancia con esta propuesta del Papa; que modifiquen lo que deban modificar y apliquen lo que deban aplicar, y se anticipen al inicio del Jubileo con la liberación de las personas en situación de penuria y de quienes cargan con sentencias de dudosa legitimidad y legalidad. “Es una exhortación antigua, que surge de la Palabra de Dios y permanece con todo su valor sapiencial cuando se convoca a tener actos de clemencia y de liberación que permitan volver a empezar”, dice el mensaje con respecto a este tema. Y agrega: “Para ofrecer a los presos un signo concreto de cercanía, deseo abrir yo mismo una Puerta Santa en una cárcel, a fin de que sea para ellos un símbolo que invita a mirar al futuro con esperanza y con un renovado compromiso de vida”. Signos de esperanza merecen también los ancianos, sobre todo aquellos arrinconados en la soledad y el abandono, para quienes el Papa tiene una salutación especial por representar la transmisión de la fe y de la sabiduría a las generaciones más jóvenes. El gran profeta Moisés dice al respecto: “Ponte en pie ante las canas y honra la persona del anciano; teme a tu Dios” (Lv 19,32). Desde la perspectiva de Dios, envejecer no es una vergüenza sino un honor. Temer a la vejez o tratarla como una enfermedad deshonra al Creador.
  • Es imposible no pensar en este punto en nuestros queridos jubilados, cuyos fondos están siempre en zozobra y a quienes el seguro social considera una carga y por consiguiente los trata con desmedro y menoscabo a la hora de recibir atenciones de salud. No se puede especular con la jubilación de los ancianos, de las personas que trabajaron tres décadas para poder vivir honradamente sus días postreros. Sumar y restar y hacer cálculos en desmedro de los jubilados es idolatrar un sistema económico y convertirlo en un ídolo que devora a nuestros padres, abuelos y abuelas. Mientras los congresistas se auto asignan sueldos y sobresueldos a los jubilados se les quiere recortar el fruto de tantos años de trabajo honesto, fatigoso, perseverante.
  • Al mismo tiempo, los pobres siempre ocupan un lugar en el pensamiento y la preocupación de la Iglesia. Por eso el Papa Francisco implora, “de manera apremiante”, la atención de millares de pobres que carecen de lo necesario para vivir. Frente a tantas riquezas, saqueos y despilfarros, la pobreza es un escándalo constante ante la cual existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse. Pero la Santa Sede nos pide no apartar la mirada de estas situaciones dramáticas, que suceden en nuestro rededor. Los pobres no necesitan de nuestra compasión, ellos esperan justicia y correcta distribución de los bienes económicos.
  • Imagínense no tener que comer ni dar de comer a la familia, no tener donde dormir cómodamente, no poder vestirse dignamente ni tener recursos para la salud y la educación. “Es escandaloso” -dice el Papa- “que, en un mundo dotado de enormes recursos, destinados en gran parte a los armamentos de guerra”, los pobres no puedan salir de ese estado miserable, sobre el cual se repiten siempre los debates políticos y económicos internacionales, sin resultado concreto. Los pobres figuran en la agenda marginal de los grandes de este mundo; y, mientras no se les dé prioridad no habrá justicia y, en consecuencia, tampoco habrá paz.
  • Esto lleva al Papa a insistir sobre el hambre y por ello renueva su llamado al respecto porque califica el hambre como un flagelo. El Santo Padre, mirando el escenario mundial, sobre todo las guerras actuales, propone que “con el dinero que se usa en armas y en otros arsenales, constituyamos un Fondo mundial, para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres, de tal modo que sus habitantes no acudan a soluciones violentas o engañosas ni necesiten abandonar sus países para buscar una vida más digna”.
  • El Papa Francisco no se olvida de nadie en su mensaje por el Jubileo. Pide también que se ofrezcan signos de esperanza a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. Que no solo reciban las atenciones propias y dignas de las instituciones pertinentes, sino que sus sufrimientos puedan ser aliviados con la cercanía de las personas que los visitan y el afecto que reciben. Asistir a los enfermos forma parte de la verificación final para la vida eterna porque Jesús mismo en la parábola sobre el “juicio final” dice: “Estaba enfermo y me visitasteis” (Mt 25,36). No perdamos nunca ese don muy paraguayo y cristiano de visitar al enfermo y llegar a la casa con la popular frase: “Ajúnteko roñandumi”. Recordemos siempre que las obras de misericordia son igualmente obras de esperanza, que despiertan en los corazones sentimientos de gratitud.
  • Otro foco de preocupación del Jubileo Ordinario, que lo fue siempre de la Iglesia Católica, es la paz del mundo, que aparentemente no nos afecta por encontrarnos lejos de los conflictos internacionales. La humanidad se ha sumergido nuevamente en la tragedia de la guerra entre países, que tratan de obtener o de conservar poderes hasta límites irracionales, sin reparar en los profundos danos y perjuicios que van dejando en medio del dolor y la impotencia de millones de personas. Recordemos siempre que la falta de paz se debe a las injusticias de diversos ordenes porque la paz se cimenta sobre la justicia; pues como dice Santiago: “Los que procuran la paz siembran en paz frutos de justicia” (Sant 3,18). La paz es una tarea; implica un trabajo constante que requiere dialogo, entendimiento, diplomacia, capacidad de escuchar, de pedir y de escuchar: “Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
  • ¿No nos afectan? Claro que nos afectan, no solo por la variación de precios como consecuencia de ellas, sino por la incertidumbre y la zozobra en la vida de naciones cercanas al conflicto, y sobre todo por la indiferencia con que reacciona el resto del mundo ante la destrucción y la muerte inocente. Nuestras “guerras” paraguayas no tienen la dimensión ni la magnitud del conflicto israeli-palestino, ni las de Rusia con Ucrania, pero siguen perturbando nuestra paz las “guerras” entre grupos armados de narcotraficantes a las que se suma el rebrote de cuando en cuando de la banda de asesinos que opera en el norte del país, con saldo de numerosas muertes y la incógnita sobre la vida del policía Edelio Morínigo y del señor Oscar Denis y de tantos otros.
  • ¿Puede existir paz en estas condiciones? No podemos tener paz con el secuestro impune de personas, ajusticiamientos por cuenta propia, con matanzas entre carteles en la vía publica con saldos de “danos colaterales”, con inseguridad ciudadana y con injusticias de todo tipo.
  • En lo que respecta a los jóvenes, que forman parte fundamental y protagónica de nuestra realidad nacional y eclesial, quiero dedicar unas especiales palabras. Pretendemos que estas reflexiones lleguen a todos ellos para puedan discernir, detenidamente, sobre la oportunidad que tienen con el Jubileo, como los demás, de volver a intentar lo que tal vez no fue posible antes, reconstruyendo la relación con Dios.
  • Decíamos que los jóvenes nos dan alegría con sus competencias internacionales cargadas de trofeos para la bandera paraguaya. Ellos nos muestran el camino del optimismo y de la esperanza para llegar a metas que exigen sacrificio, obteniendo de esa manera la merecida alegría y felicidad, en primer lugar, para ellos mismos y, en segundo lugar, para todos los demás que disfrutamos de estos triunfos. A ellos los veo también peregrinar, como los demás, y en el camino elegido irradian a su paso el gozo contagiante de quienes son portadores de la antorcha de la fe y del éxito logrado; aunque también, en otros casos, con preocupaciones propias de quienes fundan sus propósitos en sus propias fuerzas, en la fe cristiana y en la esperanza puesta en nuestra Madre.
  • Pero no seamos ciegos y dejemos de ver la otra cara o los otros momentos de nuestros jóvenes que acusan el golpe de las frustraciones, o sufren las consecuencias de los privilegios otorgados inmerecidamente a quienes acceden fácilmente a lugares que deberían estar destinados a personas capacitadas o especializadas para ello. No caigan sin luchar, queridos jóvenes, ante las practicas tan desalentadoras de premiar la lealtad antes que la capacitación, el amiguismo antes que el estudio y el diploma. No sucumban fácilmente ante la precariedad del trabajo que les toca o ante la inequidad en la tenencia material o del consumo. Sigan luchando con esperanza; “no balconee, como dice el Papa Francisco, dejando escapar la historia de sus manos. Sean protagonistas del porvenir.
  • La esperanza alcanza también a la posibilidad de un cambio, de poner fin a las malas prácticas que cristalizan el manejo de la cosa pública. Los jóvenes, más que los adultos mayores, tienen la palabra en ese camino aun no recorrido o recorrido sin mucha fe en las fuerzas ciudadanas. El país necesita nuevos e inspirados lideres, personas comprometidas, autenticas, integras, sin dobles agendas, dispuestas a respetar las reglas democráticas y a cumplir los mandatos recibidos del pueblo, solamente del pueblo y de las leyes acordadas. Es tiempo de dar a la juventud esa oportunidad de servir a su país con pasión, conocimiento actualizado, honestidad y patriotismo. No nos limitemos mirando solo hacia atrás, fijándonos solamente en las virtudes del pasado dejando de ver el talento presente de numerosos jóvenes dispuestos a demostrar sus capacidades y los valores éticos en la gestión pública. Construyamos, entre todos, la esperanza que nos lleve cuanto antes a concretar también ese sueño.
  • “El espejismo de las drogas, el riesgo de caer en la delincuencia y la búsqueda de lo efímero” -como dice el mensaje papal- no son, definitivamente, el camino que espera a los jóvenes. Con todo, no seamos los adultos mayores quienes les demos la espalda a los jóvenes eludiendo el desafío de enfrentar o de colaborar para combatir los actuales flagelos. Hay barrios enteros, ahora ya en todo el país, que no pueden llevar una vida tranquila debido a la violencia que genera el consumo y la distribución de drogas. Padres y madres que deben resignarse a perder el control de sus hijos, ganados por las bandas delictivas de este negocio, y que viven esperando el nefasto momento de recibir el cuerpo de sus hijos, como corolario de sus tristes historias. No podemos permitir que se imponga una sociedad sonámbula, sin esperanza, sin futuro a causa de las drogas. Este Jubileo también es un momento de conversión, una fuerte llamada de atención para los mercaderes de los estupefacientes y para quienes lucran con el sicariato y con la muerte. Si no cambian su sucio negocio tenido con la sangre de tantos jóvenes jamás verán la Gloria de Dios.
  • Otro llamado de la Santa Sede para este Jubileo va dirigido a las naciones más ricas, para que decidan condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas y asegura que actuar de esta manera será un acto de justicia antes que una magnanimidad, haciendo alusión a lo que denomina una “deuda ecológica”, particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así, como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países≫. Las deudas más que “externas” se han transformado en “deudas eternas”, diseñadas para crear una permanente dependencia de los acreedores.
  • El próximo Jubileo, será un Ano Santo, cuya esencia será la esperanza. Esperanza en Dios para que nos ayude a “recuperar la confianza necesaria, tanto en la Iglesia como en la sociedad, en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación”.
  • Como dice el mensaje papal, a cuantos lean o escuchen esta carta, “que la esperanza les colme el corazón”. Que Dios y la Virgencita de Caacupé acompañen siempre sus pasos y decisiones, y bendigan a todos los hogares de esta bendita tierra.
  • Que retornen en paz a sus hogares y lleven a cada uno de sus miembros las palabras del Papa Francisco en torno al Jubileo, que tengan una feliz navidad y un ano nuevo de prosperidad y mejores perspectivas de bienestar y de felicidad plena. Que así sea.

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